Se coge…
Los calçots se echan directamente en las brasas para que se asen bien por dentro. Cuando estén bien negros desde fuera, se lleva a la mesa y, por los que siguen la tradición, se sirven en una teja (de verdad, de tejado!!!). Cada uno coge con los dedos la parte de la base de la cebolla (donde antes estaban las raíces), con una mano y con la otra mano tira las hojas quemadas hacia abajo, para quedarse con la parte central, blanca y tierna de la cebolla en la mano. Esta misma se moja en un cuenco individual que contiene la salsa esta.
En fin, ¡es todo un evento! O más bien un encuentro culinario entre varias personas que quiere decir que las calçotadas se comen en grupos pequeños o grandes, pero tiene que ser un grupo.
Esta costumbre dicen que nació en Valls, situado en la provincia de Tarragona. Allí, cada año en enero se encuentran centenares de personas para hacer calçotadas en las calles.
Así es la cosa verdadera.
Pero también se puede comer calçots en un restaurante que suelen ofrecer calçotades desde enero hasta abril. Nosotros fuimos a comerlas después de una caminata desde Barcelona, en el famoso restaurante payes de Masía Can Borrell, un sitio único en medio de los campos en un edificio medieval en las afueras de St. Cugat.
En un restaurante es otra cosa. Pero allí también, te suelen facilitar un barbero de papel, vino servido en un porrón y hasta guantes de plástico! Es otra manera, pero también muy buena!
¡Viva los calçots!
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