“¿No te mareas en los barcos, verdad?” me pregunta Dani, el armador del barco antes de subir a bordo “No, cap problema!”, contesto impulsivamente, aunque luego lo pienso más detenidamente y resulta que casi ni me acuerdo de cuando embarqué por última vez, probablemente hace más de veinte años, así que mejor hubiera sido responder con un ¡no lo tengo claro!
Sopla un viento suave y el día está un poco cubierto, cosa que resulta muy beneficiosa para mi piel sensible, cuando me doy cuenta de la estampa tan bonita que supone ver los primeros rayos del sol de media tarde, que consiguen asomar entre el manto de nubes qué cubren todo el horizonte del puerto de Sant Antoni, Ibiza.
No habría podido imaginar, esta mañana en el aeropuerto de Ibiza, que escasas horas después estaría junto a la tripulación del protagonista de este reportaje, la ALANIA, navegando por la costa.
Se trata de una barco de vela tipo goleta que suele estar hecha totalmente de madera y conocida por amplios camarotes y mucho espacio en la cubierta, por lo que es ideal para excursiones en grupo.
Estoy impresionada, ¡mi nueva casa en los próximos días es de 26,5 metros de eslora y 6 metros de manga, y tiene dos mástiles con un superficie total de vela de 200 metro cuadrado!
El motivo de zarpar es debido a que unos clientes, de nacionalidades irlandesa y española, quieren admirar la puesta de sol que se ofrece a bordo de un barco, amparados en la magia de su pujamen. No hay suficiente viento para arriar las velas, pero me avisan que esto no supone ningún problema puesto que: ”el cielo nos promete un azul claro qué se está escondiendo, sólo unos minutos detrás de las nubes de cabras” . Además, estaría guay de tumbarse sin hacer nada.
Finalizada la explicación los marineros comparten varias risitas, mientras yo me quedo con la cara de quien le hablan del país de las hadas.
Vamos, ¡que estamos todos muy animados!, también Gus y Celso 🙂
Antes de poner en marcha el motor, Dani dedica algunas palabras al pasaje qué está reunido en la cubierta de popa.
“Welcome on board everybody!” dice en voz alta “I’m your skipper and these are Celso and Gus, the sailors”.
Sigue con algunos consejos sobre “security and life on board” como: Que no tiren papel en el váter, que no fumen dentro del barco, y otras de contenido marinero, pero también con algunas advertencias de tipo medioambiental tales como
“¡no tiren latas o colillas por la borda!”, o “¡depositen las basuras en los contenedores adecuados según su composición!”,
puesto que él se compromete a hacer lo propio al regresar a puerto.
Y yo pienso ¿es necesario tener que avisar a la gente sobre esto? Pues ¡lamentablemente parece que sí!
Y aunque parezca mentira, me consta que la recogida selectiva no es nada habitual en el mundo marinero, en el que todavía prevalece la mentalidad de que el espacio en el barco es escaso, mientras que el océano es inmenso.
Green Gullet, así se llama su sueño, no se trata sólo de adaptar su barco a tecnologías más sostenibles y menos contaminantes, sino también de aportar su granito de arena tratando de animar a patrones a seguir sus pasos. En su propio barco ALANIA invirtió más de 60.000 Euros que poco a poco se van amortizando, el ahorro de combustible por aprovechar el sol gracias a las placas solares y el proyecto de eficiencia energética.
Finalizadas las explicaciones, ya nos encontramos rumbo a las islas de Conejera y del Bosque, lugar donde podremos compartir algunas vistas del paisaje con Naomi Cambell, puesto que la modelo británica es propietaria de una de las villas la que vislumbramos desde lejos.
La llegada a la costa es preciosa, al tiempo que el cielo va despejando según la previsión predicha por la tripulación, cosa qué hace que el volumen de las risitas aumente notablemente.
Cuando paramos en Cala Conta, varias personas del grupo se echan a las aguas color turquesa, equipados con sus gafas de buceo y pies de rana para practicar un poco de snorkel.
Bien hecho, porque nos encontramos en una zona llamada “El Caribe de España”, donde las aguas son tan cristalinas que casi se ven los peces desde la cubierta. Pero esto no puede refrenar mis deseos de ver estos animalitos en directo, así que tras un pequeño salto desde la proa de la embarcación, y ya estoy inmersa en este medio líquido qué resulta tan agradable a los 22 grados de temperatura en qué se encuentra, y ¡esto es muy de agradecer a finales de septiembre como estamos!
Desde el agua, la goleta, parece todavía más grande y encantadora.
¡Tal como si hubiera sido robada de una película de piratas! Miro la profundidad del mar, cuando veo un grupo de peces pasando por mi lado exactamente igual que si yo no estuviera allí.
Así me gusta, mezclarme con un mundo qué resulta tan distinto para mí, y te recibe de manera tan cordial cuando te inmiscuyas de manera apacible. Afortunadamente no encuentro ninguna de las miles de bolsas de plástico, latas de cerveza, o colillas que en este momento se están echando al mar por todas partes del planeta.
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